viernes, 25 de junio de 2010

Se fue Saramago

“Espero morir como he vivido, respetándome a mí mismo como condición para respetar a los demás y sin perder la idea de que el mundo debe ser otro y no esta cosa infame”, afirmó en 1998 el escritor portugués más importante de la historia, José Saramago.
Sobre el escritorio, el esqueleto de una novela inconclusa; a un costado de su cama, Pilar, la compañera, la amiga, la amante, la traductora, la palabra y el silencio: la esposa; al otro, el tenue murmullo de la muerte al que nunca temió, y afuera; más allá de la ventana a medio abrir o a medio cerrar de su cuarto, anclado en Lanzarote frente a las hermosas costas marruecas, quedó una sociedad que él cuestionó, embelleció, criticó y poetizó; esa es la instantánea de la muerte de José Saramago, ocurrida ayer tras 87 años de trasegar por el mundo de los hombres y de las letras.

Como mueren los justos, así fue el deceso del que, junto a Fernando Pessoa, se encargó de poner las letras de la lengua portuguesa en lo más alto de la literatura mundial. El Nobel de Literatura de 1998, murió tras haber pasado una noche tranquila, después de haber desayunado con normalidad y posterior a una conversación sosegada con su fiel compañera, Pilar del Río. Ella, su esposa, relata que el literato empezó a sentirse mal y tras una corta agonía, finalmente falleció, “serena y plácidamente”.
A la 1 de la tarde (hora local) moría el hombre y emergería el mito. El de ese hombre humilde y provinciano nacido el 16 de noviembre de 1922 en la aldea portuguesa de Azinhaga. Hijo de campesinos y heredero de una estirpe que no tenía más que un azadón y unas manos para trabajar, Saramago fue, pensó y escribió sobre casi todo. Ateo, comunista, periodista.
Cerrajero, mecánico, editor. Pensador. Y finalmente, escritor, sueño que se consolidó en 1947, tras la publicación de su primera novela “Tierra del pecado”, pero muchos años tendrían que pasar desde esos florecientes cuarenta, hasta que su obra se universalizara y obtuviera el reconocimiento que tiene hoy y que mantendrá para siempre.  (nota: www.elmundo.com)

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