viernes, 13 de agosto de 2010

Parábola del Amor Dolido

El Amor lloraba sobre una piedra, de entre la oscura y espesa vegetación apareció ante sus ojos vidriosos el Dolor y le preguntó que le sucedía. El Amor, sin dejar de llorar, le dijo que sentía ya no estar vivo, que su llama se apagaba irremediablemente. El Dolor, le dijo: yo sufro todo el tiempo, no siento otra cosa que no sea Dolor. Pero ya no lloro porque se me han acabado las lágrimas y secado el corazón. Entonces el Dolor puso su mano en el Amor, y este lloro, más y más fuerte. Las lagrimas del Amor, mojaron los pies del Dolor. De pronto, se hizo un silencio sepulcral. No volaba una mosca, el silencio era ensordecedor. El Amor comenzó a sonreír tiernamente, y dijo: ¡he sentido el Dolor, y ahora sé que aún estoy vivo!
El Dolor con sus pies empapados de lágrimas, satisfecho con ver que otros necesitaban sentirlo para poder sonreír alguna vez, dio media vuelta y cuando se disponía a volver a su oscura morada, el Amor le tomó la mano y le ofrendó un cálido beso. La mejilla del Dolor se puso colorada. Entonces emprendió su camino nuevamente. Unos minutos después desde la oscuridad, el Amor escuchó un sollozo. Se asomó temeroso, y lo vio acurrucado llorando al Dolor. El Amor preguntó: ¿Qué te pasa Dolor, no has dicho que tu no lloras? El Dolor respondió con la voz quebrada: yo no lloraba porque sólo conocía el dolor, tú me has enseñado el calor de un beso Amor. Ahora lloro porque no lo tengo. Y así el Dolor y el Amor comprendieron que no podían vivir el uno sin el otro. Y los amantes, eternos sufrientes enamorados noche tras noche les ofrendan besos y lágrimas, que recuerdan el momento en que el Amor y el Dolor se convirtieron en la misma cosa.  
Autor: G. Pongibove

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